Carta para un amigo
I
Inventar literatura, absurda literatura, hija tardía de mi creación.
Mi honrada intención al escribir, no es la de proveer con mis imágenes aparejo alguno al joven titan Atlas para que coadyuve la penosa faena de cargar al mundo, ni erigir grandes fortificaciones de humo que resguarden al Museo del Louvre. Nada más escribo para moldear mi torva manera de pensar, para conquistar el uso racional del sufrimiento, para descubrir e inventar mi propio universo de ficción, y convertirlo en un mundo real, constante y sostenible.
Mis personajes son arrancados del diario vivir en el momento justo que descubren en ellos el calificativo de personas, personas naturales y estereotipadas, que una vez engrandecida su imagen, son devueltos a la existencia misma, ya fundidos y pulidos, para ser considerados como semidioses por los mismos humanos, a modo de un idílico paradigma.
I
Inventar literatura, absurda literatura, hija tardía de mi creación.
Mi honrada intención al escribir, no es la de proveer con mis imágenes aparejo alguno al joven titan Atlas para que coadyuve la penosa faena de cargar al mundo, ni erigir grandes fortificaciones de humo que resguarden al Museo del Louvre. Nada más escribo para moldear mi torva manera de pensar, para conquistar el uso racional del sufrimiento, para descubrir e inventar mi propio universo de ficción, y convertirlo en un mundo real, constante y sostenible.
Mis personajes son arrancados del diario vivir en el momento justo que descubren en ellos el calificativo de personas, personas naturales y estereotipadas, que una vez engrandecida su imagen, son devueltos a la existencia misma, ya fundidos y pulidos, para ser considerados como semidioses por los mismos humanos, a modo de un idílico paradigma.
Edgardo Benitez
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