De los hábitos a las costumbres
Conocía a cabalidad
las grutas oscuras y pantanosas situadas a orillas del estero. Acostumbrado a
revolverse en el fango, a vivir con el agua hasta la cintura, nunca se enfermó,
aunque bebía aguas infectadas de virus y bacterias que producen enfermedades
tropicales…
Desde niño aprendió a platicar con los cangrejos, camarones y serpientes
venenosas…
Por las noches, mientras descansaba en las cuevas donde mora el cocodrilo,
admiraba la luna y se preguntaba con insistencia, si aún había algo que le
hiciese falta por hacer.
Sueño de muchos
Cuando Griselda abrió la puerta de su oficina, casi a la fuerza, encontró al
licenciado tirado en el suelo, en medio de un charco de sangre y con un disparo
en la cabeza. No ocurre todos los días, que una secretaria encuentra muerto a
su jefe, y menos, cuando se ha sabido de siempre, que era un hombre tan lleno
de vida, sin problemas, ni económicos ni sentimentales... Pero como ya han de
imaginar, a un político se le facilita obtener todo, o mejor dicho casi todo.
Así son estos sucesos de los políticos. A veces no comprendemos lo que hacen, y
aunque lo intuimos, no nos atrevemos a preguntar nada, ya que nadie dará
respuesta a lo ocurrido. Y aunque algunas veces dejamos a alguien entristecer
con nuestra partida, otras veces, es causa de alegría desbordada.
Lo que no se ha podido explicar, fue el portazo que puso más nerviosos a los
presentes, y que según dijeron, fue provocado por una fuerte ráfaga de viento,
momentos después de haber encontrado el cadáver.
De lo que sí están seguros, es que los eventos ocurren y ¡vaya de qué manera!
Genocidio
No todo el tiempo se vive una guerra, más cuando esa guerra dura cien horas.
Esa madrugada cundió la noticia: Había guerra. Por la mañana, el Tío llegó con
la alarma de la invasión. Anoche bombardeamos Honduras. Esa madrugada había ido
a ver los estragos causados por los aviones hondureños en las instalaciones del
Aeropuerto de Ilopango. Estaba enardecido, su rostro lo decía todo, “No creo
que nos ganen… No creo que estos catrachos desgraciados puedan con mi general
Medrano y la Benemérita.” Se molestó al ver algunos agujeros dejados en la
pista de aterrizaje, provocados por las bombas,. Vociferaba palabrotas y era
imposible hablarle en ese estado. Al llegar a casa mandó a comprar cervezas y
se dispuso a escuchar las noticias en la radio. Por la noche lo vi llorar al
conocerse la noticia de la cantidad de salvadoreños que continuaban llegando al
país, venían expulsados por el gobierno de Honduras... Eran puestos en camiones
y abandonados en la frontera. Venían sin nada, solo la pobreza sobre sus
espaldas. Esa noche el Tío organizó en la colonia una pequeña brigada de
vigilancia por si los hondureños nos invadían. Fue así como escuché por primera
vez la palabra Genocidio.
Maestro Viviente
Sollozaba al recordar la palabra ardiente que un día brotó
de la boca de fuego de su maestro. Tuvo que cruzar la estepa bruñida, escalar
las invencibles montañas, atravesar ríos colosales para verlo de nuevo, para
compartir, escucharlo, saborear las mieles de su sabiduría. Sabía que
necesitaba de un Maestro Viviente para continuar la dura faena de vivir.
Cuando estuvo frente a él, volvió a escucharlo decir:
«Sabes que mis palabras se encuentran talladas con fuego en
el centro de tu pensamiento, ve y házselo sentir a los demás»
Al volver, los caminos eran tranquilos, sembrados de árboles
gigantescos que atraían fresca brisa, percibía el manso y diáfano sol y la
gente, al ver su semblante, sonreía con dulzura.
El viejo faro como testigo
No era el hecho de caminar juntos como un acto físico
común de la gente, caminaban con el deseo de estar juntos. Tomados de la mano, charlaban,
reían. Subían la cuesta del risco, la que conduce al viejo faro. Allí en la
pequeña habitación del depósito de herramientas compartían los secretos más
íntimos como los de otras parejas que lo frecuentaban. Tan llenos de misterios,
eventos íntimos, aquellas historias de labios humedecidos, de ojos cerrados y voces
agónicas hasta acallarse con gemidos. Suplicando la necesidad de una
vida eterna en esta tierra de neblina y lluvia.
¿Vendrían mañana de nuevo?
¿Pero que acaso no habían dejado hijos en sus hogares?
¿Qué acaso no eran buenos ciudadanos?
Entonces, ¿por qué se buscaban a escondidas como huyendo de algo?
Mientras se ven correr de regreso hacia sus propias realidades,
al sitio donde pertenecen las firmas que empeñaron por promesas incumplidas, en
sus hogares, comprometidas firmas con ojos ajenos, con manos extrañas, en
hogares extraños. Volverán al risco de la nube y el viejo faro que los comprende
muy bien y cobija este instante de labios húmedos y gemidos irreales.
Libres por un instante del juramento que le hicieron a
la moralidad, moralidad que quisieran devastar de un solo manotazo.
Breves y
Fugaces
013
Y sí usted aún no es el guarda espalda de alguien, le
recomiendo busque a quien cuidar de inmediato. Yo ya tengo un ser al que vigilo
entrañablemente, mi pensamiento.
014
En el país de los diminutos, los ciudadanos guiados por
su rey se fueron a la guerra. Consideraban que por ser dueños de la verdad eran
libres, libres para esclavizar a otros.
También consideraban que la comodidad era sinónimo de
felicidad.
Pregonaban a los cuatro vientos que la ritualidad era
espiritualidad.
Además del poder y la riqueza que ostentaban
pretendían rebalsar sus arcas a costa del hurto de bienes.
Del mismo modo imponían a los pueblos que invadían, la
creencia en un dios embustero y falible, así como lo eran ellos.
015
Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra.
Edgardo Benítez
En Santa Ana
El Salvador