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jueves, 14 de noviembre de 2019


1.Terminé de leer “Sobre los huesos de los muertos”, de la ganadora del premio Nobel de este año, Olga Tokarczuk.
Es polaca y la más leída en su país, ecologista y psicóloga.
Me la pasaría leyendo por muchas horas más su obra.

Una prosa sencilla, digerible, y con una temática interesante. Una manera de narrar la grandeza de la simple vida. La vida de los pueblos aislados con sus dificultades propias del olvido. Narra de la vida de una mujer sola, ya retirada, viviendo en la montaña polaca. Es el tipo de lectura que agrada, de corte policiaco, novela negra con ligeros toques de protesta por la barbarie de los humanos en contra de la armonía con las otras especies.  Además, una relación intrínseca de la muerte con la vida, que por demás está decir, máximo misterio. Narra escenas donde el contacto con la muerte causa rechazo, asco, pero, demuestra su voluntad por aceptar este evento natural.
Después del escándalo sexual ocurrido en la academia el año pasado, evento que llevó a la suspensión de la entrega del galardón, hubo que lavarse la cara y subsanar heridas y  recuperar la confianza del público  otorgando el galardón a esta grande de la narrativa.
Los invito a que lean “Sobre los huesos de los muertos”.

               

2.Todos los humanos somos felices, solo que no nos damos cuenta.
Ocurre que se nos enseñó que la felicidad es un estado inexistente. En realidad, así como está conceptualizada la felicidad, es un estado que para el ser humano es inalcanzable, no pienso que exista alguien que con los parámetros que mencionan respeto a la felicidad, exista alguien que lo sea. Digo esto ya que se nos ha dado a pensar que debemos alcanzar ese estado y al no poder obtenerlo nos hemos visto en la necesidad de usar drogas, alcohol, incluso el suicidio mismo para llegar a esa tan anhelada paz que no existe. Por esa razón, que tal si nosotros hubiésemos grabado desde chicos, incluso desde antes de ser concebidos (un poco de genética) que la felicidad es vivir, lo repito Vivir es sinónimo de felicidad. Que cuando digo Vivir es todo en absoluto, todo. O sea, basta estar con vida para reconocerse feliz, con la capacidad de enfrentarse a lo que ocurre en el diario vivir, y que no son las circunstancias externas la que determinan mi estado emocional, sino que, al contrario, soy yo el que con mi manera de pensar me forjo mi propio destino. Ocurre con los conceptos de política, de dios, de todo… en absoluto. Habrá que crear nuestro propio diccionario y hacer de nuestra vida un vergel, en donde lo que haya que vivir, lo viviremos con grandeza, sin temor a nada, con el sol a nuestras espaldas y con la cara levantada. En otras palabras, las circunstancias de la vida son solo eso, y en realidad, soy yo el que me las he provocado, así que habrá que reconocernos inteligentes cuando estas circunstancias sean adecuadas a mi realidad. En fin… es un tema hermoso y difícil de explicar, y de entender mucho más difícil.



3.Entre tú y yo
… esta vez quizás sean las olas las que se vienen con más fuerza que otros días. Quizás sea mi deseo el que sobrepase la ternura acostumbrada. Estas olas que incomodan y martirizan mis sienes. Auténtico sentimiento de las tiernas miradas, que rebalsa los ímpetus y las pieles tatuadas con arresto… Tal vez sean los vientos que nos asolan y entristecen, o sea solo la voz insolente que nos grita más de lo debido, o es una simple ola de este líquido elemento que conocemos de sobra, pero que ahora se muestra bronco, embravecido como nada… Si deseas acabar conmigo, cierra la mano y lo conseguirás… Pero no vayas a extrañar, aquellas en ciernes palabras, dichas tiempo atrás. Esas que quedaron esparcidas sobre las sábanas que moramos…, las que quedaron encima de las miradas hechas con atino. No vayas a echar de menos esta voz que rompe tus silencios.

4.Insulto
En el crepitar del éter, el ser muda a un plano orgánico, en donde la palabra amor nos queda en deuda y resulta ser un insulto su uso. El instante nada más es, listo y ya.

5.La fiesta
Quise sortear los gallardetes, pero me fue imposible levantar la cabeza siquiera. La señal de que había fiesta en el pueblo era evidente:  la madrugada, lluvia cernida y a esta hora, la gente tirada por el suelo con vomito a un costado. Era la fiesta del pueblo.
Las mujeres caminaban descalzas con  sus amantes de la mano, haciendo gritos y carcajadas.
               Edgardo Benítez







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